El Tema

Dos historias de sabios: Ampere y Norbert Wiener

Los despistes en determinadas personas no son tales. Al tener centrada su atención en determinados aspectos no son capaces de fijarse en lo que consideran banalidades.

Dos historias de sabios: Ampere y Norbert Wiener

Algo que caracteriza a los grandes pensadores es su capacidad de atención. Cuando afirmamos que son despistados es porque percibimos que no hacen caso de lo que les decimos; tienen su mente ocupada en otros menesteres. Les llamamos sabios, para distinguirlos de nosotros, los que dejamos que nuestra vida transcurra entre lo normal y lo vulgar. Ellos no son así, ellos son capaces de romper los cánones establecidos y descubrirnos un mundo secreto, el que anida en el fondo del alma, de algunas almas, y que es muy difícil hacer fluir a la superficie.

Dos historias de sabios

Os ofrecemos dos historias que descubren el estar siendo de dos renombrados personajes, conocidos por todos (o por unos cuantos, a fuer de ser sinceros). En ellas se confirma lo que hemos apuntado en el párrafo anterior, lo que denominamos despiste. Lee y lo podrás confirmar.

Ampere y la fiesta

Cuentan que Ampere, el famoso físico, dio en cierta ocasión, en compañía de su mujer, una fiesta. Cuando aún estaban en los preparativos, la mujer se acercó a su marido y le dijo: «Cámbiate la corbata. No te hace juego con la camisa«.

Ampere subió a la habitación. Después de una hora, con la fiesta en su apogeo, aún no había bajado. La mujer, preocupada, se acercó al dormitorio para ver lo que pasaba. Al llegar se encontró con su esposo plácidamente dormido en la cama, con el pijama puesto.

¿Qué había pasado? Cuando se quitó la corbata, sin saber lo que hacía, siguió desnudándose. Se puso el pijama y se acostó. Su mente estaba en otro lugar. Tal vez ocupada en el análisis de la circulación o flujo de la corriente eléctrica.

Norbert Wiener y el cambio de casa

Estaba previsto que al cabo de un mes el profesor Wiener y su familia cambiasen de casa. Su mujer, que conocía perfectamente la cabeza de su pareja, comenzó a recordarle todos los días, antes de que su marido saliese para clase, los avatares de la mudanza: «Norbert, acuérdate que dentro de treinta días nos cambiamos de casa y que, cuando salgas de la universidad, no tendrás que coger el mismo autobús sino el que te llevará a la zona de nuestra nueva morada«. «Si querida«, respondía Wiener.

Así día a día, la paciente esposa, advirtió a su marido del cambio. «Hoy es el día«. – le indicó – «Recuerda que debes subir, al salir de clase, al autobús que te llevará a nuestra nueva casa«. «No te preocupes. Adiós, querida«.

Claro está, al salir de la universidad, Norbert cogió el autobús de siempre. Llegó a su antigua casa y al bajar se dio cuenta que ya no vivía en aquel lugar. Como no sabía ir, desde allí, a su nueva casa, cogió de nuevo el autobús que le llevaba todos los días a la universidad. Se bajó y esperó a que llegase el otro. Se subió y llegó a la zona residencial que albergaba su nueva vivienda. Al bajar se encontró con un gran número de chalés y no fue capaz de identificar el suyo. Empezó a dar vueltas. Se estaba haciendo de noche y todavía no había encontrado su hogar. Perdido, se acercó a una niña que iba por la calle y le dijo: «Perdona. ¿No sabrás dónde viven los Wiener?«. «Si papá, venga, te llevo a casa«.

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He recordado estas historias tras ponerme a releer ¿Cómo se llama este libro?, escrito por Raymond Smullyan, que conservo desde el año 1978 en mi biblioteca, en la estantería que tengo a mi izquierda. Es un libro en el que priman los pasatiempos lógicos, pero en el que también se recogen singulares anécdotas de personajes célebres.

Fabriciano González

Amante de la informática y de Internet entre otras muchas pasiones. Leo, descifro, interpreto, combino y escribo. Lo hago para seguir viviendo y disfrutando. Trato de dominar el tiempo para que no me esclavice.

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