Humor

Monólogo de Buenafuente

El humor es bueno para el espíritu y para el cuerpo, para la psique y para el soma. para ti y para mi y para todo bicho viviente. Para la mujer, para el hombre, para la chica, para el chico, para la niña, para el niño… Hasta para el político. Bueno, esto último es coña, el político tiene que dedicarse a crispar y si crispas no puedes estar de buen humor, no puedes esbozar ni una mísera sonrisa.

Monólogo de Buenafuente

No quiero seguir con mi discurso, más incoherente que preciso, así que vamos al grano. Para pasar un buen rato os dejo este Monólogo de Buenafuente que me envió en un correo, hace ya más de seis años, mi amigo Joaquín Pereira. ¡Gracias Raquel! Bueno, gracias a los dos. (Aclaro. Este artículo ya lo tenía en una de las páginas perdidas de Batiburrillo.net, y ahora lo recupero del ostracismo, con perdón).

El monólogo

El verano pasado mi hijo Alejandro, cumplió 4 años, y, cuando sopló las velas, mi mujer y yo le dijimos:

– Cariño, pide un deseo. A ver, ¿qué has pedido?

Y el niño nos mira así, todo ilusionado, y nos dice:

– Una playstation o un hermanito.

Y mi mujer y yo nos miramos. y dijimos: «joder, la playstation son ochenta mil».

Así que fuimos a por la parejita. Si lo llego a saber, va ella sola…

Hay que ver lo rápido que se queda embarazada una novia, y lo que cuesta dejar embarazada a tu mujer. Es verdad: tu llevas un mes saliendo con una chica, estás parado, le caes mal a sus padres, no te quitas el condón ni pa ducharte. ¡Y la dejas embarazada a la primera! Ahora, como vayáis a por el niño… ¡Es mas fácil sacarla de España de tanto empujar, que dejarla embarazada!

Eso si, os ponéis los dos muy melosos… Velitas, incienso, música de saxofón. porque piensas: vamos a hacerlo con mucho cariño para que sea fruto del amor. Después de seis meses sin que se quede embarazada dices: «a ver si va a ser mejor que sea fruto de un polvo».

Sí, porque pasa como con el fútbol. Jugar bonito le gusta a todo el mundo, pero lo que cuenta es meter gol.

Así que vais a consultar al ginecólogo. Y el tío te dice:

– «Esto es normal. Tenéis que insistir más.» Total, que te receta los polvos como si fueran Frenadol:

– «Tres al día cada 6 horas.»

Cuando llevas dos meses a este ritmo, te quieres morir. Lo peor es la semana de ovulación… Porque, por lo visto en esos días sube la temperatura. y eso aumenta la fertilidad. Así que mi mujer está todo el día con el termómetro. Y claro, de repente, estás en medio de una reunión y suena el teléfono:

– Cariño, me ha subido. Vente corriendo. Tiene que ser ahora mismo.

Y a ver como se lo explicas a tu jefe:

– Mire, me tengo que ir, es que a mi mujer le ha subido la temperatura…

– ¿Y no puede atenderla un médico?

– Hombre. es que preferiría que el niño fuera mío.

Y llegas a casa y te la encuentras ya desnuda y preparada, que dices:

– Jo, yo así no puedo. Esto es como comer pipas peladas.

Y es que ella no piensa en otra cosa. ¡Coño, que parece un tío! Y yo me siento como una máquina. Vamos, que cuando terminamos me dan ganas de decirle:

– Su espermatozoide, ¡gracias!

Y, encima, todo el mundo te da consejos: hacerlo en la postura del misionero, con luna llena, que ella se ponga un cojín debajo y que después de hacerlo se pegue media hora tumbada con los pies en alto. ¡Joder! ¡La pobre!

Es la primera vez que soy yo el que tiene que decirle a ella:

– ¡Aguanta, aguanta un poco más!

Al final, cuando vimos que no había forma, volvimos al médico, y va y me dice:

– Bueno, pues. lo mejor va a ser que se haga un análisis de semen, porque puede que tenga usted pocos espermatozoides.

Que tú piensas:

– «¡Coño, seis meses.. a seis polvos diarios! ¡lo que me extraña es que me quede alguno!»

Y el médico:

– Aunque también podría tratarse de astenospermia. Lo que se conoce como… Espermatozoides vagos.

Y mi mujer:

– ¡Buah! ¡Pues va a ser eso! Porque se pasa el día tocándose los huevos.

Y el otro:

– Usted no se preocupe, que si es eso, podemos extraerlos e implantarlos en el óvulo.

– ¡Si hombre! Una cosa es que sean vagos y otra ponerles taxi para recorrer doce centímetros.

Y el médico:

– Es que esto es muy difícil, tenga en cuenta que de millones de espermatozoides sólo puede ganar uno.

– ¡Mira, como en Gran hermano!

El caso es que tienes que hacerte el análisis. Te meten en una habitación con un vasito y un montón de revistas porno. Y tú te sientas allí, a ver si se anima. Pero estás mirando un montón de fotos de tías en pelotas y lo único que piensas es:

– Huy, fíjate ésta… con las caderas tan estrechas va a tener problemas en el parto, ¿eh? Huy, esta otra… con toda la silicona que se ha metido… a ver como amamanta al niño.

Y encima, mi mujer desde fuera:

– Cariño, ¿has terminado ya? ¡En casa no aguantas tanto!

Total, que al final, con mucha buena voluntad, consigues llenar el vasito. Pero luego te pasas toda la semana jodido mientras esperas los resultados. Lo peor de todo es que empiezas a dudar de que el niño que ya tienes sea tuyo, miras al niño, y piensas:

– Sí, de acuerdo, Alejandrito es clavado a mí, pero yo tengo una cara muy corriente.

Y te acuerdas de esa insistencia de tu mujer en ponerle Alejandro. ¿Qué pasa, que Santi no es bonito? Y ya para colmo es cuando llega tu suegra y le dice:

– Ay, que niño tan listo, ¿a quien habrá salido?

Que ahí ya dices: «Coño, es verdad. ¡A ver si tampoco va a ser de mi mujer!

Pero de pronto reaccionas: joder, me estoy emparanoiando. ¡Alejandro es mío!

Hay que tener en cuenta que, en aquel tiempo, dejarla embarazada era más fácil. Yo estaba en el paro, mis suegros me odiaban, me ponía condón. Coño, lo teníamos todo a favor.

Al final nos dieron los resultados y por lo visto, no me pasa nada. Lo que tengo es estrés. Así que le he comprado al niño la Playstation, a ver si jugando me relajo un poco.

Fabriciano González

Amante de la informática y de Internet entre otras muchas pasiones. Leo, descifro, interpreto, combino y escribo. Lo hago para seguir viviendo y disfrutando. Trato de dominar el tiempo para que no me esclavice.

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