Soy peatón y conductor. Vivo en una ciudad tranquila, una ciudad que no necesita policía local, ya que llevamos varios años sin ella (o bajo mínimos) y seguimos vivos. No quiero hablar de las autoridades ni de los políticos, me voy a referir a los ciudadanos de a pie (y en coche), como tu y como yo. Voy a hablar de respeto y civismo. Espero que me entiendas.
Somos peatones
Salimos a pasear tranquilamente. Nos ponemos delante de un paso de cebra para cruzar la calle. Miramos a derecha y a izquierda. No viene ningún vehículo, ni de cuatro ni de dos ruedas. Iniciamos el paso hacia la otra acera. Cuando estamos llegando a la mitad, uno (o una) con prisa y sin respeto hacia los demás, pasa con su coche sin fijarse en que nos puede dejar patidifusos, o sea, patas arriba y listos para ser llevados en ambulancia al hospital. Nuestros reflejos y nuestra capacidad de frenada en seco nos salvan de lo peor. Le grito al conductor (o conductora) irresponsable y me responde, desde la distancia, con gesto grosero. Es un valiente (entiéndase cobarde) irresponsable que se considera el amo del mundo subido a su coche. Y no es el único, hay muchos cortados por el mismo patrón.
Somos conductores
Voy tranquilamente por la calle, conduciendo mi turismo, sin sobrepasar nunca la velocidad límite. Veo, en la distancia, que hay un paso de cebra. Nadie está cruzando. ¿Qué he dicho?, nadie estaba cruzando, quería decir, por que de repente un suicida, poseedor (según él) de todos los derechos del mundo y de ninguna obligación, se lanza sobre las líneas con el predeterminado propósito de atropellarme (aunque se lleve la peor parte). Salió de la acera, sorprendiendo a propios y extraños, al asalto del paso de cebra. Lo hace como si estuviese andando por el pasillo de su casa. Y aún tiene más que decir. Me grita desaforado, reprochándome que no posea la capacidad de adivinar el pensamiento, su pensamiento. Es el dueño del paso de cebra y puede hacer lo que quiera sobre él.
Conclusiones
Si revisamos los medios, vemos que cada día hay unos cuantos (demasiados) atropellos en pasos de cebra en nuestras ciudades. ¿Quiénes son los culpables? ¿Los conductores? ¿Los peatones? Seamos justos y analicemos cada caso. Los culpables somos los unos y los otros. Según la ocasión y circunstancia, en cualquier caso, debemos tratar de evitar el accidente. Pidamos permiso y cedamos el paso. Si lo hacemos, nuestra dosis de adrenalina bajará, y nuestro corazón funcionará mejor. Y lo mejor de todo, evitaremos un accidente, tal vez mortal.
Está claro, no hay ninguna duda al respecto: los pasos de cebra no son prolongaciones de la acera. Si vamos andando no podemos asaltar el paso de cebra sin mirar, sin comprobar si viene algún vehículo. En la mayoría de los casos saldremos como perdedores, aunque nos encontremos sobre unas líneas que han sido pintadas para otorgar prioridades a los peatones. La vida es lo que más vale.
Que los pasos de cebra no sean prolongaciones de la acera no significa que, como conductor de un vehículo, no los tengamos en cuenta. Nunca debemos sobrepasar la velocidad permitida y siempre ir pendientes si alguien está atravesando la calle. Si no lo hacemos, ya sabemos cuales pueden ser las consecuencias.
