Sociedad

Mito e identidad de la juventud

Es evidente que en los tiempos que vivimos existe una proximidad entre personas maduras y las posturas de los jóvenes. A continuación hablamos de la importancia que tiene en la sociedad actual la juventud.

Mito e identidad de la juventud

Asistimos hoy a una exaltación de lo juvenil y a un creciente interés por cuanto se relaciona con la edad joven. Contrasta esa postura con la de otras épocas en que solo lo viejo gozaba de prestigio y había un menosprecio evidente hacia una edad caracterizada por su inmadurez e irreflexividad.

Es más: la concepción de la juventud como etapa transitoria, cuando no de enfermedad que se pasa con el tiempo, era la dominante en unos esquemas sociales dominados por el adulto.

La importancia de la juventud

Este panorama ha cambiado por completo de un siglo a esta parte, y más aceleradamente en los últimos decenios. La juventud ha adquirido conciencia de su importancia numérica y de su papel social.

Pensemos en esos países del Tercer Mundo donde más de la mitad de la población tiene edades inferiores a los 15 años. Inevitablemente, en un plazo muy breve, las expectativas juveniles van a convertirse en un factor de tensión y presión social y constituirán un elemento a tener en cuenta desde las perspectivas económica, social y política.

Pero hay algo que va mucho más allá del mero dato numérico: la juventud adquiere en nuestros días entidad precisamente en tanto es tal juventud y se considera un fermento renovador y creador. Esta conciencia constituye un auténtico catalizador.

Esta importancia de la juventud ha dado lugar a un curioso fenómeno, impensable en otros momentos históricos, de mitificación de lo juvenil. Los modos y modas de la juventud son asumidos incluso por quienes ya no se encuentran en esa fase de la vida y a esto contribuye el que la mejora del nivel vital y de prevención de riesgos para la salud permiten la prolongación del vigor físico juvenil a edades biológicamente adultas.

En realidad, ser joven no se reduce a una cuestión de edad. En principio, parecería que la juventud habría de abarcar a las personas comprendidas entre los 18 y los 25 años. Pero esta rigidez cronológica se ve desmentida por la realidad en dos aspectos. Por una parte, los llamados teen-agers, muchachos y muchachas entre los trece y los diecinueve años, es decir, en los teen del idioma inglés, comparten con los mayores que ellos gustos, aficiones y actitudes.

La etapa de la juventud cada vez más larga

Por otra parte, la dificultad para encontrar un primer empleo, el alargamiento de los estudios universitarios, el paro juvenil endémico, alargan anormalmente la etapa de la juventud. Plantearse la consideración de qué es ser joven implica abordar un estado de espíritu, una mentalidad, una sensibilidad, una actitud.

En este sentido, puede decirse que hay jóvenes que son viejos prematuros, y viejos llenos de espíritu juvenil. Estos viejos poseedores de un espíritu joven se encuentran, por lo general, entre personas muy próximas a los que son jóvenes por su edad: profesores universitarios, líderes estudiantiles, pensadores, escritores, artistas. Los ejemplos de Herbert Marcuse y de Jean-Paul Sartre son sin duda paradigmáticos.

Lo que significa ser joven

Pero si la juvenilización de la sociedad es solo epidérmica, se complica cuando se trata de asumir todo lo que ser joven significa. La rapidez con que los cambios tienen lugar y el protagonismo desempeñado en ellos por los jóvenes hacen que ya no se les pueda considerar por parte de los adultos como irreflexivos pasajeros a la espera de la maduración que confiere la edad, aunque este punto de vista sea adoptado todavía con frecuencia. Y es compartida mucho más ampliamente la actitud benevolente y de aparente comprensión hacia esa fuerza que constituye el mejor exponente de un futuro imprevisible y que, como todo lo incierto, despierta la postura expectante, y hasta temerosa, en quienes la contemplan desde fuera.

El divorcio es innegable entre quienes mantienen en sus manos las riendas y la capacidad de decisión y unos jóvenes que van configurando generaciones en crisis, una tras otra. Y lo que comenzó siendo una tímida y limitada protesta en la época del Romanticismo, durante mucho tiempo denominado conflicto generacional o diferencias paterno-filiales, ha alcanzado dimensiones mucho más amplias.

Tras la II Guerra Mundial, los acontecimientos que han conmocionado al planeta y los desajustes de todo tipo a que dan lugar nuestras sociedades avanzadas, han marcado profundamente a los jóvenes y han acelerado una toma de postura que los aglutina, hasta el punto de que algunos autores han llegado a hablar de una clase juvenil.

La importancia de la juventud como clase o como colectivo no se limita a la relación con la edad, la antigua pugna entre viejos y jóvenes, sino que gravita sobre otros colectivos: concretamente, el proletariado. Desde el surgimiento del marxismo hasta la II Guerra Mundial, el colectivo social más importante, aunque no el más imitado, porque se estaba en lucha frontal con él, lucha de clases, fue el proletariado. Este aparecía como grupo mesiánico, detentador del poder revolucionario.

La juventud como calse revolucionaria

Desde la década de los sesenta, en el pasado siglo, es la juventud la que toma el relevo como clase revolucionaria. Pero, a la vez, la juventud imprime progresivamente su estilo de vida sobre el resto de los sectores sociales. Esto representa otra novedad fundamental respecto del proletariado. La censura que se hace a éste es precisamente la de la pérdida de su estilo propio y su aburguesamiento, su adopción del estilo de vida burgués.

Desde hace algunos años es la juventud la que impone su estilo de vida a los demás sectores. Se convierte, en efecto, en un colectivo paradigmático que los otros imitan, aunque, a la vez y paradójicamente, los adultos, particularmente los adultos detentadores del poder, por lo menos hasta 1968, están también en lucha con ella.

Conclusión

La realidad es bastante menos halagüeña de lo que cabría suponer. Y la juventud, divino tesoro para Rubén Darío y mito ensalzado por una sociedad que alardea de joven, ha de enfrentarse a un cúmulo de problemas que desmitifican su teórica situación privilegiada. Porque hay un notable desfase entre la importancia real de los jóvenes y las oportunidades de realización y participación que se les ofrecen.

Fuente: Bajo el signo de la juventud de Temas Clave, escrito por José Luis L. Aranguren, y publicado en el año 1982.

Fabriciano González

Amante de la informática y de Internet entre otras muchas pasiones. Leo, descifro, interpreto, combino y escribo. Lo hago para seguir viviendo y disfrutando. Trato de dominar el tiempo para que no me esclavice.

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