Los humanos somos así, que se le va a hacer. Hay casos inverosímiles, como el que nos atañe. Domenico Codispoti fue condenado a arresto domiciliario en el año 2006. Se trata de un ciudadano italiano que vive en las calles de Milán. Su condena surgió tras un intento de robo, hurto y tráfico de drogas en la ciudad en la que vive. Tras la celebración del juicio, se le condenó a una vigilancia especial y a un arresto domiciliario. La policía se ocupa de que se cumpla lo que dictó el juez, por lo que cada día comprueba que el tal Domenico se mueve por la vía Pisani, en la que, cuando llega la noche, despliega su saco de dormir en una esquina para someterse a lo que se ha dispuesto en la orden judicial. ¿Hay algo más incongruente?
Su casa en la acera
El tal Codisponti tiene que estar a las nueve en punto de la noche en la esquina citada, en lo que se considera su hogar, en el lugar en el que está obligado a permanecer hasta las siete de la mañana del día siguiente. En verano y en invierno, sin mantas o con mantas. Todos los días, a las diez de la noche, una patrulla policial comprueba que Domenico está en su «casa», que, como todos intuimos, no es suya, paradojas de la vida.
Aquí tendrá que estar hasta el 13 de abril del año 2014. Explica el reo (¿le podemos llamar así?) que siempre, desde que se quedó sin trabajo, se dedicó a robar por la noche, por lo que el tribunal arbitró la estrambótica condena. «Como no tengo casa, y no puedo salir por la noche, me obligan a que permanezca en la esquina», explica Domenico.
Está claro que el citado individuo no es un santo, que en los últimos años siguió robando a pesar de haber sido condenado a «vivir en la esquina». Está claro que la decisión judicial es más rentable para las arcas públicas que mantenerlo en la cárcel.
Visto en Worldcrunch