Sociedad

El hombre no es mortal: el hombre muere

Desde sus orígenes el hombre fue el maestro de su muerte. Pese a su carácter trágico, la muerte era considerada como algo entrañable y familiar.

El hombre no es mortal: el hombre muere

En la actualidad, el hombre contemporáneo, sobre todo en Occidente, propone una auténtica negación de la muerte. Así, la premisa el hombre es mortal ha perdido la fuerza que en otros tiempos fue capaz de fundamentar un juicio apriorístico, siendo sustituida en nuestros días por la de el hombre muere por accidente, por negligencia, porque no ha seguido ciertas prescripciones o reglas de salud, o, simplemente, porque la ciencia no ha encontrado todavía la manera de curar todas las enfermedades.

En consecuencia, hoy el hombre no es mortal sino que muere de alguna cosa. Y es a través del matiz que diferencia ambas afirmaciones como el hombre contemporáneo, inmerso en una sociedad que gira en torno a la valoración de la juventud como bien supremo, descarga sus reacciones frente al tabú y desvía el enfrentamiento directo con la muerte.

A la inmortalidad del alma se opone la posibilidad de inmortalidad del cuerpo, gracias a los progresos de la ciencia que pueden, se piensa, controlar el accidente. En la misma medida en que antes la muerte era objeto de temor sagrado, ahora se ha convertido en acicate de la investigación médica y de la expectativa científica.

La muerte y su significado

De lo dicho hasta aquí se deduce que la muerte no tiene un significado unívoco, sino que genera todo un arco de actitudes muy diferenciadas, de tal forma que en nuestro espacio actual pueden convivir sociedades que pretenden difuminar su presencia y reducir sus efectos en la conciencia del nombre mediante eufemismos y estereotipos neutralizantes, y otras que centran toda su vida social en torno a los ritos funerarios, como los torajas de las islas Célebes que, podría decirse. viven para la muerte.

Y es que, pese a ser la negación de la vida, la muerte mantiene con ella una relación directa, dándose una continuidad entre el estilo de vida y la actitud ante la muerte. La muerte es un hecho ante el que no existe posible escapatoria. De una u otra forma, con agobio, temor o pretendida ignorancia, influye sobre la vida de las personas. Es tan importante lo que se piensa de ella como el fenómeno biológico en sí mismo.

La muerte y su modificación

El estilo de vida occidental contemporáneo ha modificado la percepción de la muerte y su situación dentro de la sociedad. En las grandes ciudades, donde habita la mayor parte de la población, la muerte ya no es vivida por un grupo social, sino sólo por un pequeño círculo de allegados. De ahí el sentido de ¿Están la vejez y la muerte relacionadas?

La hospitalización, fenómeno muy frecuente en nuestros días, es una primera etapa de la separación entre el enfermo y sus familiares, y, posteriormente, la intervención de los aparatos técnicos privan en ocasiones al individuo de muchos derechos sobre su muerte.

La cada vez más frecuente abolición de los duelos es otra manifestación de esta tendencia a borrar los rastros de la muerte que hemos señalado como característica del mundo occidental de hoy. En otro tiempo, el luto y todo el entramado de conductas que llevaba consigo ofrecían a los supervivientes la posibilidad de poner su dolor al abrigo del mundo, a la vez que cumplía la finalidad de impedir que se olvidara demasiado rápidamente al desaparecido. Hoy la mayor parte de los signos exteriores de duelo se han difuminado.

Conclusión

Estas y otras características de la muerte en el contexto de la sociedad occidental han sido objeto de numerosos estudios en los que se ha tratado de esquematizar una concepción y unas actitudes generales básicas. Tales estudios tienen un valor relativo, pero indudablemente contribuyen a poner de relieve las notas comunes que, matizadas por la idiosincrasia de cada pueblo, parecen delinearse en el seno de la sociedad occidental.

Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – La vejez y sus mitos. Publicado en el año 1982
Autores: Jesús Sánchez Caro y Francisco Ramos

Fabriciano González

Amante de la informática y de Internet entre otras muchas pasiones. Leo, descifro, interpreto, combino y escribo. Lo hago para seguir viviendo y disfrutando. Trato de dominar el tiempo para que no me esclavice.

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