¿De dónde proviene la palabra sincero?
Traemos de nuevo un artículo, escrito por Carlos Alberto Carcagno en los desaparecidos Foros de Batiburrillo, a las páginas de nuestro sitio web.
Aunque hay autores que mencionan otras etimologías, la que sigue es la que creo tiene mas asidero, debida a la mención del doctor Tobías Dantzig en su libro «El Número. Lenguaje de la Ciencia». En español, la segunda edición, correspondiente a la cuarta inglesa, es de la Editorial Hobbs Sudamericana.
Hay mención a un antiguo poeta latino que utiliza la palabra en una poesía. Yo no presto demasiada importancia a este hecho, debido a que en literatura suelen inventarse palabras con fines específicos y no de uso general. Por ejemplo, tenemos la palabra «cronopios» inexistente en la lengua de Cervantes, y que fue utilizada por Cortázar en sus obras. Si alguna vez en el futuro esta palabra pasara a formar parte de la lengua, muy probablemente su significado no tenga nada que ver con el que Cortázar le dio.
Según esta posición intelectual, la palabra sincero significa literalmente: «que no tiene cero, que carece de cero». ¿Qué tiene que ver el número cero con que una persona sea transparente, exprese siempre sus sentimientos con libertad y autenticidad y no los reserve para nada?
Veamos un poco la historia del número cero, para comprender la razón
El cero apareció en la India con la palabra hindú «sunya». Los árabes, en su época más gloriosa, se nutrieron de esta palabra y del conocimiento subyacente, para asimilarlo y reelaborarlo según su cultura. Tradujeron sunya por «sifr», que significa «vacío» en árabe. Cuando Fibonacci y un papa que estudió disfrazado y en secreto en las academias árabes introdujeron el concepto en Europa, en Italia sifr se latinizó y convirtió en la palabra zephirum. Esto ocurrió al principio del siglo XIII y el paso del tiempo hizo que sufriera una serie de transformaciones que culminaron con la forma latina zero, que se conserva en el inglés y pasó a ser el cero español. Para la misma época Jordanus Nemerarius vulgarizó el sistema árabe en Alemania, conservando sifr, pero cambiándola ligeramente a cifra. Durante mucho tiempo en Europa la palabra cifra denotaba el cero, hecho que queda probado porque el gran Gauss utilizó en ese sentido la palabra en sus obras, pues él escribía en latín. En el inglés antiguo cifra se convirtió en cipher, que actualmente significa «cifra» en el sentido de símbolo de un número del sistema arábico, pero que todavía hoy tiene por segunda acepción el significado poco común en el habla corriente de «cero», como puede ver el lector en cualquier buen diccionario de inglés actual.
Hasta ese tiempo las operaciones de multiplicación y división eran realizadas por expertos formados principalmente en las universidades italianas, pues el sistema antiguo consistía en multiplicar por duplicaciones y dividir por mediaciones, de acuerdo a la antigua geometría sagrada. Por ejemplo, había que tomar uno de los factores y descomponerlo en potencias de dos, luego aplicar esas potencias a la otra cantidad: duplicar, cuadruplicar, etc. hasta obtener todas las cantidades correspondientes que, sumadas, daban el resultado. Dividir era dificilísimo. Los comerciantes debían contratar a estos expertos y pagar sumas muy considerables para que hicieran los cálculos que hoy nos resultan tan simples, pues no hay que ser un universitario ni un experto matemático para realizar estas cuentas que son patrimonio de los pequeños estudiantes de la escuela elemental. Basta con aprender de memoria unas tablas y aplicar una serie de reglas sucesivas… y ya está. La ventaja que esto suponía, una ventaja económica, pues reducía los gastos enormemente, hizo que los comerciantes ocultaran ese conocimiento tan práctico del resto de la gente, para que no se divulgara y tuvieran ellos la ventaja de bajar los costos al no tener que pagar los servicios de los expertos. De esta manera, la masa popular comenzó a reflejar esto en que la palabra cifra se comenzó a utilizar como sinónimo de signo secreto. Sobrevive a esa época la frase «código cifrado», por código en clave u oculto. También en la palabra «descifrar», en el sentido de romper un código secreto, en revelar un misterio o un secreto.
La etapa siguiente tiene un muy significativo desarrollo. La masa percibió inmediatamente el carácter esencial que tenía «la cifra» en el nuevo sistema. Identificó inmediatamente al sistema con su rasgo más característico y cifra se comenzó a utilizar como denominación de cualquier signo numérico perteneciente al sistema de numeración, significado que tiene hoy día. Ya sea que fuere ziffer, cipher, chiffre o cifra este significado popular contrastó con el de los doctos, que seguía aferrado al significado original de cero o «vacío». Fue absolutamente en vano que los sabios intentaran corregir la tendencia popular; al final debieron dejar la palabra cifra para designar cualquier signo numérico y utilizar la palabra latina «zero» con el sentido que tiene ahora.
Volvamos ahora a «sincero». En el tiempo en que cero significaba algo secreto u oculto, una persona «sin cero» significaba alguien que no ocultaba nada, que manifestaba libremente su parecer y hablaba sin engaños ni ocultamientos. Este es el sentido que conservó hasta hoy.
Es así como un cambio en el sistema de numeración quedó reflejado, como consecuencia de su historia y evolución, en una calificación moral acerca de la integridad y confiabilidad de una persona.
Es una de las historias etimológicas más atractivas y curiosas, digna de aparecer en un foro de curiosidades, ¿no es cierto?