Juegos

El astrágalo: de las cavernas a las pirámides

El juego ha existido desde siempre, desde tiempos inmemoriales, tal como contamos a continuación. Con el paso del tiempo, los sistemas han cambiado, pero está claro que el hombre no puede vivir sin jugar.

El astrágalo: de las cavernas a las pirámides

Es imposible decir en que momento nació el juego porque ni siquiera sabemos con certeza cuando el hombre, el Homo Sapiens, dio sus primeros pasos sobre la Tierra. Lo que se puede afirmar es que, entre los vestigios más remotos recogidos por la Arqueología en torno a la presencia del hombre, se encuentran las primeras evidencias de que se practicaban juegos.

Y hay que suponer que el juego fue anterior al juguete, al objeto utilizado para jugar. Probablemente los primeros juegos tuvieron una raíz competitiva. Serían pruebas de fuerza o habilidad, luchas o carreras, quizá enfrentamientos en la caza con la clara recompensa de cobrar la pieza.

Y los juegos en su sentido de juego – apuesta debieron nacer por mimetismo ante estas pruebas naturales. Los más débiles, los ancianos o los impedidos probablemente imitarían las competiciones en las que ya no podían participar, sustituyendo en buena medida la fortaleza y la destreza por el azar. El ganador debió dejar de ser quien acertaba al arrojar una piedra o una vara puntiaguda y se convirtió en aquél que predecía con acierto de qué lado caería una concha lanzada al aire o un guijarro plano.

El sentido del azar

En ese momento la Humanidad logró avanzar una gran zancada en su desarrollo. En el cerebro del hombre primitivo tuvo cabida el concepto de azar y, de su mano, una visión del mundo bastante ampliada. Naturalmente que las ideas en torno al azar debieron ser muy distintas a las imperantes en nuestros días, y, seguramente, muy vinculadas a lo sobrenatural y, poco después, a lo religioso. En realidad, desde las primeras mitologías se busca un nacimiento del azar, y la suerte no es otra cosa que el favor de los dioses.

Sobre el astrágalo

Las pinturas murales de la Edad de Piedra nos hablan de la realización de ritos, posiblemente propiciatorios, que se pueden consideran como juegos, como puras actividades lúdicas. de cualquier modo, y ya en el Pleistoceno Inferior (hace medio millón de años), nuestros antepasados pudieron disponer de un casi perfecto instrumento de juego que nunca ha desaparecido hasta nuestros días: el astrágalo o, si se prefiere, la taba. Un dado primitivo que puede caer en distintas posiciones.

El juego – apuesta siempre existió

Pero los testimonios escritos de las primeras civilizaciones nos hacen dejar de lado el mundo de las suposiciones. En Egipto, en China, en Grecia, en Roma, el juego – apuesta tuvo un gran relieve en cualquiera de sus formas conocidas.

En la pirámide de Keops, cerca de El Cairo, se encontró una tablilla elaborada con mucha anterioridad al 3000 a. de C. en la que se relata cómo Thot, el dios de la noche, le ganó a la Luna cinco días al año en una partida de algo que cabe identificar con los dados. Estos cinco días se los regaló a Nut, diosa del firmamento, para que pudiera engendrar hijos en un tiempo que no pertenecía a Ra, dios de la creación, quien, colérico, había prohibido a la diosa procrear por haberla sorprendido en incesto con su hermano gemelo.

En el siglo XVI antes de Cristo los antiguos egipcios fabricaron unos dados hallados en Tebas, que se encuentran expuestos en un museo berlinés, y aproximadamente de la misma fecha datan unas tablillas que nos muestran a dos egipcios jugando al atep, consistente en acertar los dedos que cada cual esconde a sus espaldas bajo la supervisión de un árbitro. Un siglo antes, XVII a. de C., la reina Hatshepsut disponía en sus habitaciones privadas de tableros de damas que han llegado hasta nosotros.

¿Quiénes podían jugar?

Lo más curioso es que desde la lejana y misteriosa civilización faraónica el juego con fines crematísticos nos trae un mensaje paradójico y repetido largamente: su prohibición pública al mismo tiempo que su práctica, a veces desbordante, por parte de élites y gobernantes. Son numerosos los papiros en los que se cuenta la imposición de penas a jugadores pertenecientes a bajas clases socials, generalmente con su envío a las canteras para realizar trabajos forzados, lo que parece indicar que la penalización intentaba reprimir una forma de holgazanería. Sin embargo, parece indudable que este tipo de razonamiento no era igualmente aplicado a las clases superiores, que disfrutaban de todos los juegos conocidos por entonces.

Conclusión

Los tiempos han cambiado y hoy ya no es así. Cualquiera puede jugar en un bar, desde que las máquinas tragaperras y de apuestas forman parte de distintos locales. Solo tienen que ser mayores de edad. Y, desde que los casinos y casas de apuestas online han pasado a formar parte de nuestras vidas, son muchos los que invierten parte de sus ahorros en esos espacios. Y continúan intentándolo aunque las pérdidas predominen sobre las ganancias.

Fuente: El juego: entre la habilidad y el azar. Escrito por Enrique López Oneto y Juan Manuel Ortega, y publicado en el año 1982 en Aula Abierta Salvat.

Fabriciano González

Amante de la informática y de Internet entre otras muchas pasiones. Leo, descifro, interpreto, combino y escribo. Lo hago para seguir viviendo y disfrutando. Trato de dominar el tiempo para que no me esclavice.

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