Ciencia y Tecnología

Sobre el concepto de lo innato

Hacemos a continuación una pequeña exposición en la que tratamos de distinguir lo innato de lo aprendido. El modelo en el que nos basamos es el mundo animal.

Sobre el concepto de lo innato

Cuando decimos innato, no queremos decir que los órganos o las conductas se hereden como ocurre, por ejemplo, con el dinero, que pasa de padres a hijos, o la cultura, que se transmite de una generación a otra. Puede surgir, en este sentido, la pregunta ¿se parecen los niños a sus papás (y mamás)?

Lo que se hereda es un esbozo genético contenido en la célula-huevo, y al igual que hay una embriogénesis de la estructura corporal, también la hay de las respuestas innatas.

Por supuesto, para que se desarrolle tal proyecto genético tienen que concurrir factores ambientales relativamente precisos. Sin ellos no hay desarrollo. Este es el sentido del término factor en lugar de sumando. Si uno de ellos es cero, el producto será cero.

Distintos factores ambientales producen desarrollos distintos (una simple carencia vitamínica o proteínica en la alimentación acarrea un desarrollo deficiente). El medio, por tanto, es siempre un factor del desarrollo, pero si, por ejemplo, un macho de pez espinoso que ha sido privado de toda experiencia anterior con sus congéneres (experimento de privación) responde agresivamente cuando ve por primera vez a otro macho invadiendo su territorio.

Contrariamente, si es una hembra de su especie, la corteja (la conducta agresiva es desencadenada ante el vientre rojo del rival, y la sexual, ante un abultamiento ventral de la hembra, características que distinguen a los machos y hembras de la especie). En estos casos podemos decir legítimamente que tales conductas no han podido ser aprendidas en el curso de la vida del individuo, son por tanto innatas.

Desde luego, para que tales conductas innatas se desarrollen en nuestro pez espinoso, éste ha tenido que consumir desde el principio alimentos, recibir luz para prevenir la atrofia sensorial, hacer ejercicio para desarrollar los músculos, etc., pero lo que no ha podido salir estructurado del medio por no estar así en él. Son las conexiones: atacar a vientres rojos o cortejar vientres abultados.

El éxito del experimento de privación es que la conducta se dé aun habiendo sido privado de experiencia. Demuestra que una conducta no es aprendida. En cambio, su fracaso no demuestra que la conducta sea aprendida, pues por crianza deficiente, aun siendo innata, puede sobrevenir la atrofia del sistema.

Lo innato y lo aprendido no se definen por exclusión mutua como un círculo vicioso. Ciertamente lo innato es lo no aprendido. Lo innato ha surgido en la historia de la especie, mientras que lo aprendido son cambios adaptativos en la conducta de los organismos ocurridos durante la vida del individuo por experiencia con el medio.

Pero lo aprendido, en cambio, no excluye lo innato en absoluto, al contrario, lo presupone. Así, por ejemplo, una luz que antes no provocaba la retirada de la mano termina por provocarla si se enciende antecediendo siempre a la aplicación de un choque eléctrico. La experiencia con el medio (luz-choque) ha cambiado la conducta. Y para que tal cambio adaptativo ocurra, es necesario previamente la conexión innata (choque-retirada de la mano) sobre la que se edifica lo aprendido. Es en este sentido en el que se dice que los reflejos e instintos innatos son las respuestas fundamentales de los organismos.

Por otra parte, para que haya aprendizaje también se requiere la posesión de un aparato innato con el que aprender. Tal dispositivo orgánico es la corteza cerebral, surgida también, como los reflejos e instintos, en el curso de la filogenia por mutaciones genéticas y selecciones del medio.

Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – Claves de la Psicología. Publicado en el año 1981
Autor: Manuel A. Blázquez Aldana

Fabriciano González

Amante de la informática y de Internet entre otras muchas pasiones. Leo, descifro, interpreto, combino y escribo. Lo hago para seguir viviendo y disfrutando. Trato de dominar el tiempo para que no me esclavice.

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