El consumo del opio
El consumo constante del opio trae consigo una adicción progresiva y a largo plazo. Se produce una intoxicación grave que puede originar la muerte del opiómano, al dañarse órganos fundamentales como el corazón y los pulmones.
El hombre lleva consumiendo el opio desde muy antiguo. Un papiro egipcio del año 1550 antes de Cristo, descubierto por Georg Moritz Ebers en 1873, habla ya de las cápsulas de adormideras en infusión para producir un sueño reparador, y el médico griego Hipócrates, en el 371 antes de Cristo, las aconseja en el tratamiento de la leucorrea y de los sofocos uterinos.
El opio se extrae del fruto maduro de la adormidera Papaver somniferum album. En él se practican varias incisiones por las que rezuma un látex que, al contacto con el aire, por oxidación, se vuelve consistente y oscuro. Su zona de cultivo se extiende por toda la cuenca mediterránea, penetrando hasta Asia Menor, India y Extremo Oriente.
Sobre la adormidera, la fuente del opio
La adormidera es una planta muy resistente al frío, pero necesita una tierra muy rica en humus y ausencia de sequías prolongadas. Los campesinos de Birmania, Thailandia, Turquía, Irán y del noroeste de la India, principales productores del mundo, siembran a voleo las semillas que han mantenido a remojo desde la víspera.
La planta germina en breve espacio de tiempo (al cuarto día) y de cada brote aparece un tallo que pronto se ramifica. Hacia el mes de marzo aparecerán las flores en el extremo de esas ramificaciones. Antes de que caigan, los pétalos son arrancados y secados para, posteriormente, unidos unos a otros, formar la envoltura que rodeará los panes de opio en bruto.
Sobre el fruto del opio
El fruto del que se extrae el látex u opio es una cápsula globosa y achatada. La recolección del opio tiene lugar al inicio de la estación cálida, cuando las cápsulas comienzan a virar su color del verde al amarillo claro. La operación se realiza al comienzo de la mañana. Con un cuchillo especial se practican en las cápsulas tres o cuatro incisiones paralelas, sin que lleguen a atravesar el grueso de la pared de los frutos. El látex blanquecino que brota se solidifica casi instantáneamente, y al día siguiente es raspado y recogido.
El opio bruto es depositado después en vasijas y puesto al sol para conseguir una primera desecación del producto. Las operaciones se repiten cada tres días, hasta el agotamiento de la cápsula. Al final se habrá obtenido de cada una entre cinco y seis gramos de opio bruto. La masa definitiva es puesta a secar en grandes sacos de yute colgados a la sombra, y posteriormente dividida en panes de peso variable según la procedencia.
Antes de ser fumado
Antes de convertirse en chandoo, es decir, en apto para ser fumado, el opio deberá refinarse y fermentar. La pasta en bruto es introducida durante casi medio año en grandes cubas, donde sufre la acción de un hongo frecuente en el pan, el Aspergillus niger.
Para evitar posteriores fermentaciones, que dañarían el producto, y antes de que éste llegue al público, las cajas metálicas que contienen el opio son sometidas a una pasteurización que destruye las levaduras.
A tener en cuenta
Clásicamente, la toma de la droga, sobre todo en China, iba acompañada de un complejo ritual. La pipa, elemento indispensable, está compuesta de una cazoleta, generalmente de barro, de la que sale un pequeño manguito al que se adapta un tubo de unos 40 centímetros de material variable, desde la madera hasta el otro.
Para quemar las bolitas de opio, el fumador se sirve de una lamparilla de aceite y de una aguja de acero con la que extrae el opio del recipiente, y con la que lo funde, así mismo, sobre la llama.
El fumador, recostado y con la cabeza apoyada en un cojín o en un pequeño taburete, vuelve la cazoleta del revés y expone el opio de su interior al calor de la llama. A continuación aspira lentamente profundas bocanadas de humo. Una tras otra, las pipas son consumidas y vueltas a llenar hasta que se cae en el sopor y en el embrutecimiento.
Conclusión
El opio es una de las drogas históricas más empleadas. El primer lugar, por las propiedades analgésicas y sedantes de los alcaloides que contiene (entre el 10% y el 20% de sus composición). En segundo lugar, por el efecto euforizante y de intensa embriaguez que provoca en el organismo.
También es quizás una de las drogas menos peligrosas, en el sentido de que, aunque crea dependencia, no aniquila el organismo tan rápidamente como otras. Su consumo por parte de fumadores, comedores de opio o bebedores de tisana y jarabes que lo contienen disuelto, determina poco a poco una adicción, y con ella, el comienzo de los primeros trastornos digestivos y hepáticos (característico color amarillento de la tez del opiómano).
Después, la intoxicación se agrava, aparecen las palpitaciones y los sincopes frecuentes, y el espacio general del organismo se deteriora, haciéndolo especialmente vulnerable a los enfisemas, congestiones pulmonares, asma y anginas de pecho.
Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – El fenómeno droga. Publicado en el año 1982
Autor: Francesc Freixa i Santfeliu