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Una paloma, la paloma de guardia

Lee la historia que viene a continuación y seguro que la ternura impregnará tu ser. La protagonista es una paloma que actúa como vigilante de sus compañeras.

Una paloma, la paloma de guardia

Un día, hace algunos años, decidí ir a dar de comer a las palomas en la Plaza de los Dos Congresos. Llevé una bolsa de maíz pisado. Una vez que encontré un banco vacío, me senté en él y abrí la bolsa. Dejé caer un puñado a mis pies y comenzaron a llegar palomas desde distintos sitios alrededor.

De pronto, una paloma vino volando y se posó en mi hombro izquierdo. Apenas giré la cabeza para echarle un vistazo. Ella no reaccionó ante mi atención. Antes bien, comenzó a mirarme sin disimulo, como si me estudiara exhaustivamente. Me causó gracia y mucha ternura ver cómo me observaba con un solo ojo desde distintos ángulos, con candidez. Para ese entonces tenía los pies cubiertos por un batallón de palomas, más las piernas, ya que había llenado mis dos manos con maíz y las tenía abiertas sobre mis rodillas. Pero ella seguía en mi hombro.

Despacio, saqué una mano con maíz de entre el montón de palomas que comían confiadas y lo acerqué a mi huesped. Miró el maíz, pero no lo probó. Giré nuevamente la cabeza, esta vez más cerca que antes, y le susurré: «¿qué pasa, no tenés hambre?» Tuve ganas de darle un besito, pero no me animé a romper el hechizo.

Dejé el maíz sobre mis piernas y retiré las manos. Todas las del montón comían como si fuera la última vez. Tomé a una del medio entre mis manos y la subí hasta ponerla en frente de mi cara. Las demás ni se dieron cuenta, o no les importó. Pero la que había tomado temblaba: ¡BRRRRRRR! De pronto me dio pena que se asustara y volví a dejarla en donde estaba. Siguió comiendo ni bien la apoyé y la liberé.

Mientras tanto, la que estaba sobre mi hombro presenció la escena sin hacer nada.

Cuando el maíz se acabó empezaron a volar y la última en dejarme fue mi amiga, la del hombro. No comprendí hasta un tiempo después lo que había sucedido. De alguna forma, esta paloma que no comió había sido designada para cuidar al resto, era una paloma de guardia. Por eso no se distraía comiendo.

El conjunto confiaba su seguridad a ella, pudiendo, entonces, alimentarse despreocupado. Seguramente esta guardia comenzó antes de que se posara en mi hombro. Las palomas que me rodeaban y cubrían no confiaban en mí, sino en ella. Ante la menor señal de peligro ella haría algo para que volaran lejos de la amenaza. Pero, cuando tomé a una del montón ella no les avisó. No sé cómo ella comprendía que no les haría daño. Entre ella y yo sí se estableció un lazo de confianza y actuó en consecuencia. Cumplió con su deber de cuidar, pero no hizo nada cuando tomé a su compañera, porque sabía que nada había que temer.

No dijo adiós cuando dejó mi hombro. No volví a verla, ni debe ser ya. Pero quedó conmigo.

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Continuamos recuperando viejos escritos publicados en los Foros de Batiburrillo. El que acabas de leer pertenece al grupo. Su autor es Carlos Alberto Carcagno, residente en Argentina. Lo publicó en el mes de julio del año 2013.

Fabriciano González

Amante de la informática y de Internet entre otras muchas pasiones. Leo, descifro, interpreto, combino y escribo. Lo hago para seguir viviendo y disfrutando. Trato de dominar el tiempo para que no me esclavice.

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